Un paraíso en el desierto (parte 1)

El día que llegamos a Dahab (dajab) el clima era simplemente inmejorable, el viento soplaba suave y fresco llevando toda la brisa del mar. Respirar se hacía cada vez más placentero a medida que nos acercábamos al hostal en el que nos íbamos a quedar (sí ya sé que parece que amo los hostales).
Eran alrededor de las 9 de la mañana cuando llegamos al hostal pingüino (penguin hostel). Después de pagar la reservación, fuimos a acomodar nuestras cosas en el cuarto. Como siempre, no tardé nada en apoderarme de la mejor cama posible, y no fue aquella más cómoda sino la que mejor experiencia ofrecía.

La cama estaba cerca de la ventana, era una ventana grande con puertas plegables de madera y la mejor vista que alguien puede pedir.

Era temprano así que el sol aún estaba apenas por encima de la línea que separa al mar del cielo iluminando todo el paisaje con tenues rayos de luz color ámbar, una palmera enorme muy cerca de la ventana redirigiendo toda la brisa y el viento hacia la habitación, un restaurante con estructura de madera muy acogedor construido después del micro bulevar que separaba al hotel del mar por lo que el restaurante daba pleno acceso al mar. Y lo mejor de todo, un mar limpio y cristalino de un color azul celeste acentuado por la luz de la mañana. ¿Había mejor vista que esa? Yo solo sabía que la quería disfrutar al máximo.

En el cuarto nos íbamos a quedar Anirud y yo porque Tie quería un cuarto para el solo. En el cuarto también estaba Abdu, un egipcio muy buena onda que al poco tiempo de platicar con él resultó que era roomie de Karim el rumano que conocí con Rodrigo en el bar de Cairo junto con las ucranianas.
A propósito de las ucranianas, fue una de ellas la que me había invitado al viaje, Marina, ya que era un viaje grupal.

Ese primer día quedamos todos de ir a desayunar al restaurante que mencioné. Pero al parecer muchos tenían planes diferentes porque solo llegó Nata (la otra ucraniana), Michael (egipcio bastante callado pero buena onda), Emad (otro egipcio, bastante positivo) y los de mi cuarto. Después de platicar un rato y  no desayunar porque aún no abrían la cocina del restaurante, planeamos todas las actividades qué haríamos para ese día y el siguiente.

Y lo primero que haríamos sería reunirnos todos en “el puente”. El pueblo de dahab de por sí es pequeño y aun así a la mitad hay un puente que conecta las dos partes del pueblo. Y ahí se reunió todo el grupo (éramos 11) para decidir las aventuras del primer día.

El plan para ese día era hacer un safari por las montañas y después ir a beber en la noche. Una vez arreglado el precio con los que hacen el safari, no sin  antes negociar como una hora, rentamos bicicletas para recorrer el pueblo.

Junto con Abduy Anirud, comencé a recorrer el pequeño pueblo. Lo primero que era obvio es que el turismo estaba completamente orientado a los rusos. La gran mayoría de los carteles estaban en ese idioma, sin embargo el turismo hacía poco que había muerto en esta área después de que un avión de turistas había sido derrumbado no hacía más de un mes. Por lo mismo todos los dueños de negocios vendían las cosas muy baratas porque sencillamente no había nadie, parecía un pueblo fantasma.
Con todo eso, Dahab es una maravilla, la tranquilidad impera la atmósfera del lugar, algunos camellos se pasean por las calles, y las vistas del mar son simplemente increíbles. Las calles estaban cubiertas por adoquines de cemento en vez de pavimento lo que le daba una vista un poco más de pueblo.

Fuimos a por un desayuno típico egipcio en uno de los tantos restaurantes. Otra cosa curiosa del lugar es que Dahab está ubicado en el golfo arábigo, el mar rojo divide Egipto de Arabia Saudita, la división de los países es tan poca que desde la costa de Dahab se pueden observar los poblados de Arabia saudita al otro lado del mar.

Ya habiendo comido y recorrido en bicicleta la parte norte de Dahab, regresamos al hostal a prepararnos para el safari que sería horas más tarde.

Nuevamente reunidos en el puente, cada quien eligió su cuatrimoto y todos nos pusimos un turbante que al principio pensé que era solo para lucir árabe pero la verdad es que son muy útiles para evitar andarse comiendo el polvo del desierto. Después de hablar con uno de los encargados, me hice con una de las cuatri más potentes.

Y así, a media tarde y con el sol por delante que hacía notorios los relieves de las montañas, arrancamos hacía la tierra prometida, que según los encargados nos iban a dejar sin palabras.
Mi vida desde hace mucho había girado en torno al uso de mi moto, no había día en el que no la usara. Estaba tan acostumbrado a mi moto que había dejado de darme cuenta lo tanto que lo disfrutaba y amaba. Fue cuando encendí el motor de la cuatri que volví a sentir esa adrenalina y emoción de conducir una moto. Es esa sensación de hacer algo que amas después de mucho tiempo de no hacerlo, es como recuperar una extensión de ti que habías perdido sin saber cómo. Sencillamente me sentía feliz y lo estaba disfrutando demasiado.

Henos allí, un montón de jóvenes disfrutando la vista de las montañas y el desierto mientras conducíamos cuatris. Para ser sincero, de los 3 lugares que nos llevaron a conocer solo uno me gustó realmente. El primer lugar al que fuimos era un mini arroyo que bajaba desde la cima de las montañas y era resultado de la lluvia, vamos que era tan pequeño que ni a riachuelo llegaba pero bueno.
El segundo lugar fue el que más me gustó pues era escalar una montaña (obviamente pequeña) y la vista desde ahí era un deleite. Cielo despejado, sol desapareciendo en el horizonte y a lo lejos el pequeño pueblo de Dahab y todo el mar, ya se podían ver algunas de las luces del pueblo pues estaba comenzando a caer la noche. Yo ahora no sé cómo es que hace tiempo no era capaz de apreciar este tipo de cosas, un atardecer, un amanecer, una montaña, un desierto, el mar, etc. No es solo cuestión de ponerse a ver estos paisajes, es estar presente en ellos, sentirse parte es querer guardarlos en la memoria por el mayor tiempo posible.

A veces no entiendo por qué los seres humanos le damos mayor importancia al dinero y destruimos este tipo de maravillas naturales, si de algo estoy seguro es que cuando se aprende a apreciar la naturaleza podemos llegar a experimentar momentos de verdadera felicidad y energía positiva que el dinero jamás nos dará.

Y bueno pues, el tercer lugar era un mini oasis o dicho de otra manera un cúmulo de palmeras en un hueco de una montaña, igual se veía bien.

Ya entrada la noche emprendimos todos el regreso al pueblo, no sin antes tomar aún más fotos desde la parte alta de la carretera que nos guiaba de regreso. Ya en Dahab y un poco cansados, cada quién fue a su habitación para cambiarse y salir a cenar y luego tomar un poco, después de todo era la noche del 24 de diciembre, al menos los latinos teníamos que celebrar navidad (los egipcios no celebran navidad y las ucranianas la celebran el 7 de enero).

Nos juntamos todos en un restaurante para comer tanto como pudiéramos ya que andábamos exhaustos del safari, cuando acabamos nos fuimos a un mini bar a escasos metros de la playa, compramos unas cervezas y bebimos y platicamos.

No era la mejor celebración de navidad pero el día había valido la pena, las personas que estaban ahí eran una agradable compañía y la noche era suficientemente buena como para relajarse.

Pasada la media noche, unos rusos que estaban en el mismo bar (solo eran ellos y nosotros en el lugar) sacaron una laptop y se pusieron a bailar el videojuego “just dance” en la playa. Yo me les quería unir pero nadie de mi grupo tenía las mismas ganas, excepto Nata. Creo que es la razón por la que me cayó tan bien, siempre positiva, siempre animándose a hacer cosas divertidas y sin pena, siempre siendo muy natural.

Bailamos quizá solo por media hora con los chicos rusos, mientras los demás miraban y se divertían con nosotros. La noche terminó siendo bastante buena, pero si de algo me di cuenta fue de lo bien que se siente estar rodeado de personas con esa energía y disposición de decir que sí a la diversión, a sentirse bien, a hacer pasar un rato agradable a los demás y sobre todo a ser buenos amigos. Supe en ese momento con qué tipo de personas deseaba juntarme de ese entonces en adelante si lo que quería era alegrarme los días.


Para cuando regresamos al hostal, yo ya estaba bastante cansado pero ya quería que fuera el siguiente día, ya teníamos planes para pasar el día aún mejor.

Comentarios

  1. Siento que soy el único que te da un plus cada post jaja

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    1. Todo indica que si hahaha, no importa :) gracias por leer :D

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  2. Claro que no, aquí estoy yo también, encantada de leerte cada semana y fascinada imaginándome los lugares y feliz de saber que estés bien Josue, saludos y un abrazo!

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    1. Oh muchas gracias yanet !! Me alegra saber que te gustan mis historias, bueno pues seguire escribiendo jaja. Un abrazo a todos :D

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