Esas pequeñas decisiones
Las horas
en el trabajo se hacían eternas día con día. Estaba aburrido y eso de que
apenas estaba en entrenamiento, pero bueno no todo era malo porque había
encontrado un restaurante de comida rápida conde servían un buen arroz con
coliflor que estaba buenísimo así que era mi comida de toda la semana.
Algo de lo
que me di cuenta durante el último fin de semana es que no conocía muchas
personas por lo que me decidí a hacer nuevos contactos.
Empecé por
CouchSurfing que siempre ha sido una comunidad bastante abierta y más aún para
los extranjeros, escribí posts públicos para ver quien me contestaba, intenté
también por Internations y por último en Facebook en los grupos de extranjeros
en la ciudad de Bangalore.
Fracaso
total! Muy pocas personas me respondieron, y para ser más específico solamente
dos: un indio en couchsurfing y una chica rusa en Internations.
Fue como
por el martes que salí por unos tequilas y unos tacos con el indio (sí hay un
lugar que vende tequila y tacos), y aunque estaba bastante caro la verdad es
que los tacos fueron muy buenos para ser vegetarianos y aparte no estar hechos
en Mexico, el tequila fue algo malo pero mi garganta tenía esa peligrosa
enfermedad llamada sed de la mala así que no le puse peros al tequila.
A media
semana fue que agregué a Facebook a la chica rusa y estuve platicando con ella,
aparentemente era bastante tímida pero buena onda, su nombre: Ksenia.
Por otro
lado, Abigael (la chica francesa) me invitó el sábado a comer con sus amigos.
Entonces el sábado fui primero a comprar despensa con un brasileño bastante
buena onda de nombre Guillermo. Con las prisas no pude ya encontrarme con
Abigael así que quedamos en ir a bailar salsa al día siguiente.
Ese sábado
por la noche, Luz (mi compañera colombiana del trabajo) me escribió que estaba
organizando un picnic por la mañana el domingo, le dije que sí.
Pequeñas conversaciones, personas importantes
Le escribí
a luz que ya estaba en el punto de encuentro, no me respondió. 15 minutos más
tarde de la hora acordada al fin la vi viniendo en un taxi. Me subí al taxi y
fuimos por Darrell (estadounidense), en el taxi iba con nosotros también Arlen
(venezolana).
Nos tomó
casi 40 minutos en llegar al parque debido al intenso tráfico como es normal en
Bangalore. Una vez ahí estuvimos esperando como 20 minutos a los otros dos
amigos de luz que se supone se nos iban a unir. Llegaron en una moto Aditya y
Christina, Indio y austriaca respectivamente.
Tan pronto
ví a Christina no pude evitar hacerle plática. Christina es una chica de 20
años, no muy alta (1.65 a lo mucho), blanca como el azúcar, cabello marrón
rojizo, ojos azules, usa lentes normalmente y de una complexión un poco
robusta. En términos generales se puede decir que es una mujer guapa, pero lo
que me llamó muchísimo la atención fue su increíble vibra, es como cuando estás
junto a alguien y sencillamente se siente una atmósfera diferente.
Nuestra
plática fluía perfectamente mientras caminábamos entre los árboles junto con
los demás buscando el lugar perfecto para poner el mantel y comenzar el picnic.
Una vez que
se puso el mantel nosotros dos seguimos la plática como si nada, aunque después
de un rato nos integramos al grupo. Por alguna razón el simple hecho de
platicar con ella, de ver su sonrisa tan genuina y llena de buena vibra me
causaba un gran alivio sin contar que me contagiaba también de esa alegría que
ella mostraba.
El picnic
como tal no tuvo ni pena ni gloria, simplemente charlas intrascendentes entre
todos, disfrutamos el aire fresco que ofrece un lugar tan lleno de árboles y
más nada. Comimos principalmente frutas.
Terminando
el picnic, no desaproveché para pedirle el número de teléfono a Christina. Sin
titubear me lo dio y llegando a la vecindad lo primero que hice fue escribirle
para invitarla a bailar salsa por la noche. Y Afortunadamente me dijo que no
podía ir, ahora les explico por qué AFORTUNADAMENTE.
De derecha a izquierda: Aditya, Arlen, Christina, Darrell, Luz y yo. |
Reacción en cadena
Yo estaba
un poco desanimado de ir a bailar con Abigael por el simple hecho de que
Christina no iba y encontrarme con Abi bailando salsa no era lo que tenía en
mente porque a pesar de que Abi me caía muy bien, sencillamente no me motivaba
ir a bailar.
Después de
un poco de insistencia de su parte y resignación mía, decidí que era mejor ir a
bailar que quedarme en la vecindad haciendo nada, y sí que fue lo mejor!
Llegué al
lugar, la música estaba puesta pero el lugar estaba sencillamente vacío. Saludé
a Abigael y a sus amigos, fuimos por unas cervezas a la terraza para matar un
poco el tiempo en lo que se llenaba el lugar. Durante la plática me impresioné
al saber lo bien que hablaba español Abigael, casi perfecto para una francesa
que vivió en México solo seis meses.
Volvimos al
segundo piso ahora sí dispuestos a bailar, para entonces ya el salón estaba
lleno y había indios bailando por todo lados, unos con los dos pies izquierdos
y otros que si movían el bote relativamente bien para no ser latinos.
Estuve
bailando con Abi unas cuantas canciones hasta que me aburrí porque ella también
tenía troncos en vez de piernas. Me fui a sentar un rato cerca de una mesa a
tomarme mi cerveza yo solo. Estuve visualizando el panorama por un rato para
ver a quién se me antojaba sacar a bailar. Por un momento dudé si irme o
quedarme un rato más, no tenía muchos motivos para bailar, pero entonces la vi.
Ser rubi@
en india es destacarse de inmediato, en el sur de la india todos los indios son
bastante morenitos. Ella se destacaba de la multitud por su larga y alborotada
cabellera rubia, piel blanca y apariencia obviamente de extranjera.
Me acerqué
con seguridad y le extendí la mano sin decirle nada.
En la
primera canción me di cuenta de que no bailaba muy bien pero que definitivamente
le gustaba la salsa. Bailamos un par de canciones, platicamos un poco sobre el
baile mismo hasta que le pregunté de donde era. “Soy de Rusia” me dijo en
inglés, me devolvió la pregunta y le dije que adivinara, tras dos intentos le
dije finalmente que era de México
“Oh, yo sé
hablar español!” me dijo alegre. “Y yo sé hablar un poco de Ruso” le contesté en
ruso con el mismo tono que ella había usado. Nos fuimos a sentar y mantuvimos
la plática, le dije a Abi que se nos uniera por un rato, volví a bailar con la
chica Rusa aún sin saber su nombre.
Seguimos el
baile y la plática por un par de canciones más, me había caído demasiado bien
en lo poco que llevábamos platicando. Eran casi las 11 y fue que la gente
empezó a irse, sus amigos la llamaron para informarle que ella también se tenía
que ir.
Le pedí su
número con toda la intención de invitarla a salir de nuevo. Lo apunté tan
rápido como me dictaba. “Me llamo Mila” me dijo, le sonreí, le di un abrazo
cortés de esos que damos los latinos a todas aquellas personas que conocemos y
nos caen bien, y le dije adiós.
Entonces, no
tenía ni la más remota idea de la persona en que ella se convertiría.
“Vamos a
seguir la fiesta” le dije a Abi, ella dejó a sus amigos y nos fuimos del salón
a buscar más fiesta. Ya afuera, tomamos un mototaxi hasta una zona cerca de la
empresa en la que trabajo porque ahí hay muchísimos bares. Resultó que ya todos
habían cerrado y apenas eras las 11:30!
Luego un
tipo que no se veía mal plan nos invitó a subirnos a su moto (no lo hagan en
casa) que según él nos llevaría a un “antro” en un hotel donde siempre acababa
la fiesta hasta muy tarde.
Cuando llegamos, nos enteramos que el cover era de
casi 500 pesos por lo tanto nos dimos la vuelta y nos fuimos. Le dijimos al
tipo que queríamos ir solamente a comprar unas cervezas para tomar en el depa
de Abi.
Llegamos a
un lugar de mala muerte, no nos querían vender cervezas, al final llegamos a un
acuerdo con los vendedores que estaban por cerrar la puerta del local. Le
pagamos más de 200 pesos por 3 cervezas y nos dieron solo dos, empezamos a
reclamarles y el asunto se empezó a calentar. Les regresé las cervezas y les
exigí mi dinero, después de alzar la voz por casi un minuto me devolvieron mi
billete.
Me regresé
con Abi a la moto del tipo que nos llevaba, y cuando estaba metiendo el billete
en mi cartera me di cuenta que me lo habían cambiado por uno de solo 50 rupias
(algo así como 14 pesos), cuando giré la cabeza, el tipo que me vendió las
cervezas ya iba corriendo hacia su moto.
Lo
perseguimos en cuanto nos acomodamos los tres en la moto, el problema es que el
indio que conducía nuestra moto estaba un poco borracho y al dar una vuelta la
moto derrapó y nos caímos los 3. Afortunadamente nada nos pasó, pero mis 200
pesos se habían ido con el maldito que nos timó.
Llegué con Abigael a su depa, nos
desestresamos un poco platicando y luego me fui caminando hasta la vecindad. Qué
día tan intenso había tenido y todo por que decidí ir a bailar salsa incluso
aunque Christina no fue. No me imaginé que mi día terminaría así!
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