El don de la sorpresa, lo primero que se pierde.


La semana pasó rápido y sin sobresaltos. Lo interesante estuvo en que conocí a mi compañera de trabajo, colombiana de nombre luz, extremadamente amigable y muy platicadora al menos me hizo sentir más cómodo pues durante la semana no logré acomplarme como tal con los indios pues los encontraba bastante invasivos.

En el PG (la vecindad) los indios me seguían bombardeando de preguntas incansablemente y yo contestando tan cortante como podía porque sencillamente ya estaba fastidiado.

Me preocupaba el asunto que en menos de una semana ya estuviera estresado de este lugar. Y es que fue al principio, los primeros días que en realidad encontraba todo muy bonito; los árboles, las calles, los atuendos tradicionales de las personas, la comida, todo! Pero como cualquier otra cosa en la vida, la primera idea que se tiene de algo se vuelve polvo cuando uno conoce ese algo.

En este caso, tuve una pequeña revulsión de pensamientos y sentimientos hacia la india pero eso lo explicaré en otro post, por el momento lo único que quería era irme fuera de la ciudad para relajarme un poco.

El sábado me encontré con Meg para ayudarla con sus tareas de español (lleva esa materia) y al final de una buena clase y un buen café acordamos salir de la ciudad al siguiente día. Por la tarde llamé a Luz para preguntarle si quería acompañarnos y que fuera un poco más divertida la situación.

No confíes en TripAdvisor!


El domingo a las 9 de la mañana nos encontramos en el punto acordado. Yo llegué primero, luego Meg y 10 min más tarde llegó Luz con una amiga Venezolana suya. Meg me preguntó que a donde quería ir y le di el nombre del lugar según lo que vi en Tripadvisor. Después de casi una hora que nos tomó salir de la ciudad por fin estábamos en la carretera.

Debo decir que no me esperaba el estado de las carreteras de la India. Normalmente en Mexico las carreteras son malas pero las autopistas por norma general son bastante buenas, acá la autopista que recorríamos a pesar de que era amplia, estaba llena de baches y atravesaba numerosos pueblos, total que para recorrer solo 100 kilometros nos tomó un par de horas.

Decididos a no avanzar mucho más porque se nos iba a hacer tarde cuando decidiéramos volver, busqué en el GPS lugares cercanos y me apoyé de nuevo en TripAdvisor. Había una presa cerca que según las fotos parecía muy bonita.

Nos costó demasiado encontrarla y cuando llegamos la presa estaba en niveles bajísimos porque aún no era temporada de lluvia, total que no había nada de atractivo. Sin embargo decidimos bajarnos un rato para tan siquiera hacer valer la gasolina. Caminamos un ratito a la orilla del que otrora parecía una gran presa, el calor sofocante nos hizo refugiarnos del sol en una pequeña casa tipo palapa muy cerca de la presa. Estuvimos platicando los 4 ahí hasta que nos cansamos y volvimos al coche.

Esto es India?


Y es que cuando uno se imagina a la India los primeros pensamientos que vienen a la mente es gente meditando y un país lleno de cultura y colores. No había sido así la primera semana ni estaba siendo así en este mini viaje. Pero ese fue precisamente el problema…

Cuando uno idealiza cualquier cosa y le pone altas expectativas, lo primero y más común que nos sucede es la decepción. Afortunadamente me di cuenta pronto de eso y decidí verle el lado bueno a cualquier cosa que me estuviera pasando. Estaba en la India y aún quedaban miles de cosas por ver, no podía juzgar al país entero por no cumplir mis estereotipos, tenía que aprender a apreciar las cosas que se me pusieran al frente.

Esto es India!


En el camino de regreso con mucha música de por medio y varias repeticiones de la canción “sorry” de Justin Bieber (Meg esta loca por la canción) nos detuvimos a comer en un restaurante bastante peculiar en el camino.

Las mesas estaban hechas con restos de árboles cortados, los plato eran hojas de árboles de platano y todo el mundo estaba comiendo con los dedos. Yo pedí algo que parecían gorditas y arroz y aplique la india comiendo con los dedos.

Durante la comida tuvimos una charla bastante constructiva sobre estereotipos de países y las formas en que comíamos en cada lugar. Pues como siempre resulté presumiendo de lo buena que es la comida mexicana!

Ya en Bangalore y medio cansados todos porque el viaje no fue lo que nosotros esperábamos se me ocurrió la idea de ir al templo de Shiva que había visto en internet mucho antes de que viniera a la India. “Está detrás de un centro comercial, no es lo que crees!” me dijo Meg de una manera en la que se expresa alguien que ha ido a un lugar y ha tenido una mala experiencia.

Sin embargo fuimos por mayoría de votos, la verdad es que convencí a las otras dos con el fin de presionar a Meg y que nos llevara al templo. En cuanto llegamos Meg nos dijo que nos esperaría en el coche.

Entramos entonces Luz, Arlen (la venezolana) y yo. De nuevo y al igual que en Egipto, los indios cobraban dos entradas una para Indios y otra para extranjeros; no tienen idea de cómo me molesta ser discriminado de esa forma y no por el dinero sino porque siento que se aprovechan públicamente de mi estatus de extranjero.

El caso es que una vez dentro la energía del ambiente era completamente diferente. La gente se amontonaba para pasar pero en orden y con un claro objetivo: rendirle culto a Shiva.

Cuando nos tocó nuestro turno de pasar nos equivocamos de puerta porque quisimos pasar directamente a la gran estatua de Shiva sin embargo nos dijeron que eso no era posible pues teníamos que pasar por cada proceso.

El lugar era abierto  y solo delimitado con barandales de aluminio que llegaban a la cadera pero lo suficientemente ordenados para mantener  seccionadas a las personas.

El primer proceso fue echar monedas individualmente en trastos metálicos, eran más de 50 trastos separados por lo que al principio era un poco desesperante pero cuando me deje llevar por el momento todo se volvió calma.

Avanzamos mediante pasadizos que contenían leyendas y escrituras que narraban la historia de Shiva y deidades cercanas. Nos tocó oler incienso, echar un líquido blanco en una roca para limpiarla, tocar una campana, poner a flotar una vela en un estanque (sucio por cierto), hasta que al final por fin pudimos estar frente a frente con la gran estatua.

La música ambiental, hacía que el lugar pareciera mágico sin embargo la gente y sus teléfonos arruinaban el lugar, de lo primero que me había dado cuenta al llegar a la India era la obsesión de los indios por las selfies y fotos en general pero su obsesión era sencillamente perturbadora.

Luz, Arlen y yo (de izq. a der.) en el Templo de Shiva (detrás)


De cualquier manera intenté disfrutar de todo lo que pude al ver la estatua blanca de Shiva y apreciar de los detalles e imaginarme la forma en la que se construyó y todos los devotos que atraía por el simple hecho de ser y existir.

Aprendí dos lecciones ese día; la primera fue a eliminar las ideas preconcebidas que tenía en la cabeza de cualquier cosa y la segunda a respetar los procesos pues las cosas se aprecian más cuando uno se esfuerza por obtenerlas.

Al finalizar el recorrido fuimos a la tienda de souvenirs y me compré una pulsera de madera para simbolizar el día y el aprendizaje. Ya en el auto Meg estaba claramente furiosa porque nos habíamos tardado más de la cuenta pero ocultaba su rabia detrás de esa sonrisa dulce que acompaña con movimientos sutiles que la hacen parecer siempre en control de la situación.


Otra vez en el PG, me fui a acostar tan pronto pude no sin revisar Facebook primero, tenía un mensaje de una chica francesa que hablaba español, andaba buscando compañero de cuarto así que la situación parecía ponerse interesante.

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